A veces uno sabe dónde están los límites de cosas que nadie le explicó. Sabes que no puedes apretar el puño al sostener un pájaro en tu mano por más que quieras mantenerlo contigo. Sabes que no puedes negarle apoyo a un amigo aun cuando hizo oídos sordos a tu consejo. Pero si algo tengo claro, es que uno sabe que no puede mostrar su interior a cualquier desconocido por mucho que el corazón nos diga que parece de fiar. Reglas estrictas de un mundo normal. Reglas de días comunes.
Pero la noche de San Juan no es una más, ¿verdad?
Lecciones aprendidas, que no inculcadas, a
base de experiencias. Malas experiencias. Que nos ahogan. Hacen crecer un eco
incómodo en el pecho. Aprendemos a reservar, a esperar, a observar desde la
seguridad que ofrece mantener las distancias. Erigimos un muro por cada persona
que se fue dejando a su paso dolor, a cada decepción, a tantas veces que
creímos que sí, pero en realidad no.
Aprendemos a defendernos, a vivir en el
interior de nuestro castillo. A vivir en las almenaras. Con la antorcha en la
mano, encendida y lista para dar la alarma y activar las defensas frente al más
mínimo movimiento extraño en el exterior que amenace nuestra paz.
Aprendemos a defendernos en un mundo de
problemas y, en consecuencia, a veces pasamos por alto lo que viene a sanar
nuestro daño.
Llevo años sosteniendo muros de desconfianza.
Asolado por las flechas del exterior que traen en su silbido el aliento de un
dolor pasado. Afilados disparos que recuerdan a aquel día que me atravesaron. Negándome
a ser mi mejor versión. Esa que no quisieron.
Me acostumbré tanto a vivir entre escudos que
olvidé que tiempo atrás empuñé la espada, lejos de las murallas. Primero reluciente, después oxidada,
hasta llegar a mi batalla final con una hoja rota y partida en dos que acabé
abandonando entre la arena.
He vivido con la desconfianza como consejera
durante años, hasta escuchar esas palabras:
‘’No sé en qué se ha convertido el 23, pero
ahora me gusta más que antes’’.
Unas palabras de las que yo tenía gran parte
de la culpa, según tú. Aquella noche, tumbado en la cama, sonriendo al techo
después de tanto, como el recuerdo de una vida pasada, sentí que estaba al
borde de conocer un mundo distinto.
Fue entonces cuando me di cuenta de que, tal
vez, estos muros me impedían ver algo que merecía la pena observar. Sin
defensas. Sin armas. Sin alarmas.
Porque por culpa de las protecciones que me
vi obligado a levantar no fui capaz de decir las palabras que más tarde me
dedicaron. A pesar de pensar lo mismo. A pesar de ser pensamiento recurrente en
aquel viaje. A pesar de que no las dije, cuando las merecías tanto como yo.
Con el tiempo he descubierto que no me estaba
equivocando con la sensación de aquel 23:
Sabía que había algo distinto.
Algo que no sabía explicar.
Una sensación.
Un toque de atención.
Un consejo del subconsciente disfrazado de
susurro interior, ligero e invisible, que repetía una y otra vez; ‘’has hecho
bien en venir’’.
Desde el primer momento escuché esa voz. Algo,
no me atrevería a decir qué, o quién, me decía que debía asistir a ese lugar.
Sin más. Sin argumentos lógicos. Simple y llanamente quería ir. Sin saber por
qué. Sin preguntarme un porqué. Anhelaba el día 23. Tanto que ni recordaba el
último año que sentí una ilusión parecida durante esas 24 horas.
Algunos lo llamarían Destino, quién sabe. No
es la primera vez que el viejo Fátum se me presenta para darme consejo. Sólo sé
que, si esto fue obra de él, me alegro de haberle hecho caso, pues mi regalo de
este año fue una excepción de esas que la vida se encarga de ocultar para que
no sean fáciles de encontrar.
Desde entonces te has encargado de confirmar
que el número 23 era especial. Que, de una forma u otra, no solo me había
acompañado desde el principio, sino que había viajado incluso con él, sin
saberlo, hasta ti.
Escuchando a esa sensación que sigue
susurrándome un toque de atención, investigué. Hallé el significado oculto de
un número que hasta entonces no era más que una simple fecha para mí. Y
descubrí que, de nuevo, tenías razón.
Descubrí que quienes nacen bajo sus horas son
personas sinceras, emocionales e imaginativas. Pero lo que me dejó sin habla
fue saber que era un número asociado a la escritura. A tener pasión o facilidad
para escribir. A ser personas nerviosas, pero que ocultan que lo son. Personas
que son felices dando felicidad a otros a veces por encima de ellos mismos. El
23 es un símbolo de unión. De complicidad. Pero entonces, descubrí una frase
que me heló la sangre:
‘’Un número 23 seguirá apareciendo en tu vida
hasta que le prestes la atención que merece y empieces a aceptar que sus avisos
no son simples coincidencias’’.
No creo que todo esté escrito. Me gusta
pensar que soy dueño de mi propia historia. No creo que nos limitemos a seguir
un guion preestablecido antes de nacer. Pero sí que creo que existen puntos
clave que debemos alcanzar. Momentos y personas que, de una forma desconocida y
no planificada, acabarán llegando. Como una partida de cartas a oscuras; una
partida en la que te dan una mano y tú habrás de jugarla inevitablemente, pero
sin saber en ningún momento cómo se desarrolla el juego, ni si es el momento
oportuno para usarlas.
Fragmentos de nuestra historia que estamos
destinados a vivir. Lugares en los que debíamos estar. Personas que teníamos
que encontrar. Por muy lejos que estén. Por muchos años que pasen en silencio.
Dicen que destino y casualidad son enemigos.
Que o crees en uno u crees en otro. Yo no pienso así. No creo que sean rivales:
Creo que hay casualidades destinadas a ocurrir.
Por eso creo que tú sucediste. Por eso pienso
que debía viajar hasta allí. Porque por primera vez desde que me obligaron a no
creer en lo inexplicable, vi en tus ojos la magia que a mi mundo tanto le hacía
falta recuperar. Una magia que, ahora sé, también percibiste en mí a pesar de
que la di por muerta hacía ya demasiado.
Si escribo esto es para darle las gracias al
23. Para que sepa que le entendí. Pero si lo hago hoy, es para devolverte el
favor a ti.
Puede que no lo sepas aún, pero este Reino,
esta corona quebrada lleva muchas historias a su espalda. Sin embargo pocas
personas han sido protagonistas de alguna de sus páginas.
Y aquí, en la noche más mágica del año, de
nuevo 23 casualmente, frente a una playa que en la distancia comparte aguas con
las tuyas, quiero que tu nombre protagonice un capítulo en esta historia a la
que llamo ‘vida’.
No sé por qué pero siento que a partir de
ahora el 23 de mayo empezaré a verlo con otra perspectiva. Que lo esperaré no
solo por mi cumpleaños. No solo por el tuyo. Lo recordaré específicamente por
ese 23 del año 2021. Como un amanecer tras una noche demasiado larga. Como una
señal de que todo empezaba a cambiar al fin. Como ese día en que en tus ojos vi
algo que ni sé, ni me hace falta comprender.
Los fantasmas de esta noche me susurran que
una sombra se esconde tras este número para ti. Que hay algo acechando todavía
en tu historia que nubla parte de su nuevo significado. No preguntaré por su
naturaleza, pues como ya he dicho, sé que existen límites que no deben
sobrepasarse. Soy de los que piensan que la confianza no se pide: Se gana. No
es derecho sino privilegio. Pues cuando uno sabe que no tiene nada que ocultar,
no tiene más que dejar que el tiempo se convierta en testigo de sus palabras.
Por eso no te la pediré; esperaré a que te asegures de que la merezco.
En las aguas de esta orilla veo reflejado ese
día en que me limité a disfrutar. A ser yo, sin saber el motivo, después de
muchos años. Sin preocuparme. Sin recordar que las defensas de mi reino estaban
bajadas. Sin recordar que, en teoría, debían permanecer en alto.
Ese día disfruté porque todo era sencillo.
Sin normas. Sin esquemas perfectos. Estaba allí, contigo, deseando no tener que
marcharme al darme cuenta que las horas pasaron demasiado pronto.
Ese día recobré parte de mi magia. Deja que
ahora sea yo quien te devuelva el favor.
Frente a la noche más mágica del año quiero
que sepas que no mereces mis murallas. Que he soltado la antorcha. Que mi
Reino, por primera vez en años, se fía de alguien. Se fía de ti. Si quieres conocer,
conocerás. Si quieres preguntar, responderé. No habrá escudos hacia ti pues una
excepción como tú no merece encontrarse con las defensas construidas por culpa
del resto.
Aprendí a vivir con el miedo y la
desconfianza de ser yo. Y ahora resulta que ser yo también puede valorarse.
Todos tenemos nuestros fantasmas. Pero nadie
merece cargar con el peso de lo que otros dejaron atrás. Mi mejor versión
estará aquí, sonriente, transparente, buscando uno de esos ‘no puedo parar de
reír’ que tanto me gustan. No puedo
decir que mi corona esté restaurada. Su daño es difícil de aliviar después de acabar moribunda tras su batalla final, pero lo está intentando. Le has devuelto una de sus
piezas más importantes que durante todo este tiempo creí perdida para siempre, pues estoy aquí para vivir el momento, no para planificar la mejor forma de hacerlo.
Esta noche tu aprendiz de brujo conjura su
primer hechizo.
A las llamas de esta hoguera prohibida recito unas palabras para que en mi Reino quede escrito tu nombre. A las aguas de esta orilla pido verme reflejado en ti de nuevo. Al cielo nocturno del 23 le doy gracias por el hechizo de esa mirada. Frente a la magia de los espectros de esta noche rechazo toda lógica que pueda llegar a frenar mis pies.
Durante años me hicieron creer que ser yo mismo no era suficiente. En un solo día me demostraste que se equivocaban.
Porque la prueba de lo que has logrado es que me vuelva a atrever a escribirle a alguien.
Porque sin saberlo hiciste revivir a una corona destrozada.
Aquel día me recordaste que existían otros
mundos.
Aquel día me recordaste que sabía ser feliz.
Si tengo que arriesgarme contigo, prefiero pasarme de entusiasmo a quedarme corto por miedo.
Vii Broken Crown
''¿De qué me sirven los rezos si no existes? Pues tu silencio quiebra mi fe''. -Mägo de Oz, Bajo mi piel-
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