Imagina, por un momento, que tu yo futuro te dijera que ha venido a advertirte de lo que estás a punto de vivir en los próximos 10 años.
—Así que eso eres —me dijo—. No es posible.
—Estás acostumbrado a convivir con fantasmas del
pasado —respondí—, pero los espectros del futuro también existen.
Mi yo pasado puso un gesto de terror. Era lógico. A
la corta edad de 19 años apenas había empezado a descubrir que este mundo no
era más que una sombra de todo lo que existe y tomamos por imposible más allá
de lo real.
—Sé que has creído en algo más durante toda tu
vida. Lo sé porque yo soy tú. Así que te propongo un trato: Si tú crees en lo
que digo, podrás preguntar casi cualquier cosa que quieras saber.
Mi yo pasado me miró arqueando una ceja, esta vez
con algo más de confianza en mí:
—¿Casi… todo? —preguntó sin
dejarlo pasar. Yo asentí.
—Hay cosas que es mejor no
conocer. De lo contrario pasarás los años esperando un momento concreto sin
prestar atención a todo lo demás —él siguió mirándome con ciertas dudas—. ¿Aceptas
o no?
Tímidamente, asintió. O asentí,
depende de cómo se mire. Satisfecho por aceptar la oportunidad que le ofrecí,
me senté junto a él en un lugar para ambos bien conocido.
—Este lugar seguirá siendo
importante para ti dentro de tantos años —confesé—. Hay significados que no
mueren con el paso del tiempo.
—Lo suponía —me dijo—. Entiendo
entonces que hay cosas que no cambiarán en mí.
—El valor de una promesa. Vivir
junto a quien quieres. Fidelidad, apoyo… todo eso son los pilares de nuestra
personalidad. No puedes cambiar unas bases tan fuertes, ni siquiera
proponiéndotelo lo conseguirías, porque dejarías de ser tú.
—¿Crees que lo del otro día
será…?
—Quieto —interrumpí—. Solo
preguntas generales. Nada concreto. Créeme. Es mejor así.
Mi yo pasado pensó mejor su
pregunta antes de volver a lanzarla:
—¿Cómo seré dentro de 10 años?
—Alguien roto. Muy distinto a
este momento. Pero con los mismos valores intactos.
—Eso quiere decir que pasará
algo grave…
—Algo no, muchas cosas. A veces
con descansos. Otras demasiadas en poco tiempo. Pero te alegrará saber que de
todas ellas saldrás adelante, aunque no ileso, me temo.
—¿Perderé a alguien que tengo
ahora? —preguntó. Yo dejé unos segundos de dura reflexión antes de responder.
—Sí —le dije al fin—. Volverás a
vivir la experiencia de perder a alguien al llegar al final de su vida. No será
tan inesperado, pero al menos sabrás afrontarlo mejor. La experiencia te
ayudará mucho. Por otra parte la pérdida no se vestirá únicamente de muerte.
Perderás buenos amigos. Muchos conocidos también. Tu círculo se reducirá a
menos de la mitad actual. Aunque también llegarán otros nuevos. Algunos que no
conocías. Otros del pasado que no llegarás a conocer del todo hasta entonces.
—¿Y qué hay de mis sueños? —preguntó
casi con miedo—. ¿Qué pasará con ellos?
—Te gustan las preguntas
arriesgadas —le dije con una media sonrisa.
—Sabes que no me gustan las
cosas a medias —me dijo—. O lo hago bien, o ni siquiera lo intento.
Yo sonreí negando con la cabeza,
incapaz de no ver la belleza de esa juventud.
—Frente a esa pregunta
cualquiera querría escuchar que sí, que todos sus sueños se cumplirán. En tu
caso… en nuestro caso, así será en algunas excepciones. De los 5 deseos que
aspiras alcanzar, 2 de ellos llegarás a verlos cumplidos. Dudarás por muchos
años creyendo en algún momento que no los alcanzarás, pero al final
llegarán. En uno de ellos reside el día
más feliz de tu vida, al menos hasta lo que yo he conocido. En el otro, será un
punto de inflexión que te hará creer que puedes lograrlo todo.
De
los otros 3 restantes no puedo decir lo mismo. Uno de ellos seguirá tornándose
lejano. Otro casi imposible, y el último creerás haberlo logrado, hasta que
lentamente vayas dándote cuenta de que era de todo menos un sueño cumplido.
Mi yo pasado agachó la mirada,
pensativo, centrando su atención en el suelo, sentado y con los dedos
entrelazados como una maraña de pensamientos.
—2 de 5. Supongo que no está
mal.
—Está mucho mejor de lo que
crees. Te costará entenderlo. Pero llegarás a valorar lo que conseguiste. La
reacción de la gente y lo que llegarás a escuchar de sus palabras te ayudará a
entender la grandeza que has conseguido.
—De esos 3 deseos restantes hay
uno más importante que cualquier otro —añadió—. Sabes de lo que hablo.
—Lo sé —respondí.
—¿Crees que llegaremos a conseguirlo?
Por primera vez no tuve respuesta. Mi gesto de
duda, por lo visto, fue una respuesta más evidente de lo que creí.
—Entiendo —dijo mi yo pasado.
—Si te soy sincero, conforme pasen los años dudarás
cada vez más de verlo cumplido —respondí sentándome a su lado—. Te harán creer
de una forma tan cruel que lo alcanzaste, que no puedo decirte si querrás
volver a intentarlo. Estás a punto de empezar a vivir los 10 años más intensos
de tu vida. El próximo otoño será el punto de inflexión en el que empezarás a
notarlo. Empezará como algo simple, e
irá evolucionando, cambiándote en el proceso. Perderás partes de ti que no
querrás recuperar. Otras que te empeñarás en volver a encontrar. Pero si me
permites un consejo que ojalá hubiera sabido aplicar, sería este:
Si
tienes que perder algo, no te aferres. Permítete perderlo. No pongas esfuerzos
infinitos en volver a pegar esa parte de ti a un espacio en el que no quiere
estar. Deja que se desprenda. Deja que se marche. De lo contrario no solo
perderás un fragmento de ti, sino también tiempo, energía, confianza, e incluso
salud.
Ningún
fragmento vale más que el resto de ti mismo.
Mi yo pasado pareció entenderlo, pero en su rostro vi que no compartía mi opinión. Yo sonreí; era inevitable cambiar el pasado. Nadie hace caso a lo que no le gusta creer, ni siquiera cuando es uno mismo quien se lo dice.
—Tienes mucho que cambiar. Pero también mucho que aprender. Te esperan unos tiempos extraños, ilusionantes y que, hasta la fecha, no volverás a revivir. Aprovéchalos. Valora como se merece a cada persona que está a punto de llegar. No seas como lo fui yo a veces, y presta atención a lo que puedes llegar a significar para alguien, en lugar de centrarte en lo que quieres que sean para ti los demás.
No puedes controlar lo que el resto acabará siendo para ti, pero sí puedes determinar quién serás tú para ellos.
—Me hablas como si fuera a ser el malo de la película —me dijo.
—No eres tan bueno como crees, ni el resto tan perfectos como esperas. Con el tiempo lo entenderás: Todos somos el enemigo en una historia. No te creas que siempre serás el héroe.
Antes de marcharme me levanté y acaricié
su larga melena adolescente con ternura, diciendo:
—Solo conozco los próximos 10
años. No te desanimes. Ni tú ni yo sabemos cómo acabará nuestra historia. Pero... sí sé, cómo empieza.
Con un leve movimiento de mi mano, dejé caer un pequeño collar en sus jóvenes e inexpertas manos. Él lo miró. Después a mí, confuso, sin llegar a comprender.
—Todos nacemos dos veces. La primera al llegar al mundo. La segunda cuando comprendemos para qué. Y tú estás a punto de descubrir por qué estás aquí. Este será el símbolo que te guie cuando tu destino venga en tu busca. Porque vendrá. Y está muy cerca.
Él me miró sonriendo a
escondidas.
—Supongo que por ahora me basta
con sobrevivir a lo que está por empezar.
—Y lo harás, créeme. Si no, yo
no estaría aquí. No lo olvides cuando más falta te haga, porque llegará un
momento que el camino parecerá tornarse en final.
—¿Y cómo sabes cuál es el camino
correcto en esos momentos? —preguntó.
Un susurro fantasmal desde el interior
del corazón retumbó en mí. Con la mano en el pecho y un gesto de apacible nostalgia, respondí:
—A veces distintos caminos, llevan al mismo destino. Recuérdalo cuando la Oscuridad venga a buscarte para ponerte a prueba.
Alejándome con la sensación de
haber aprendido algo de mi yo pasado, un fuerte tirón del brazo paró mis pasos
en seco. Miré hacia atrás y ahí estaba yo, reteniéndome a mí mismo, aferrado al futuro desde el pasado, pronunciando una última pregunta que no pudo partirme más el alma al no poder ofrecer la respuesta esperada.
—¿Crees que seremos felices?
Mirándome a los ojos, separado por una distancia de una década, y con toda la sinceridad que cabía en mi alma, respondí a modo de despedida.
—Creo... que ya nos merecemos llegar a serlo.
Curioso y agradablemente nostálgico encontrar un blog "vivo".
ResponderEliminarEmotivo texto, casi aplicable a todxs.
Un saludo