lunes, 30 de diciembre de 2019

Luces de diciembre


‘’¿Cuánto puede cambiar la vida en un año?’’

Esa es la pregunta que aún hoy escucho varias veces al día. 
Ante cualquier mínimo recuerdo. Ante cualquier mínimo olor. Ante cualquier mínimo lugar. Unas palabras que me recuerdan muy a mi pesar quién fui, quien soy, y quién ya nunca llegaré a ser.


Otra vez vuelve mi mes favorito. El frío por fin comienza a aparecer. La noche vence al día cada vez antes. Las calles nocturnas se iluminan de blancos, rojos y azules navideños. Llegan las vacaciones con promesas de ambiente familiar y tiempo libre para disfrutar. Diciembre regresa cargado del oxígeno que necesita mi imaginación para sobrevivir y, sin embargo, la ilusión no consigue alcanzarme esta vez.

Qué curioso. Tiempo atrás hubiera sido incapaz de imaginar una navidad sin ilusión.

Hace unos días el árbol de navidad volvió a encender sus luces. Los villancicos, las bromas y las risas mientras decorábamos sus ramas volvían a estar delante de mí, pero no conmigo, pues nunca me había sentido tan distanciado de todo aquello.

Para mí, pese a la insistencia de quienes me rodeaban por intentar hacerme reír, cada adorno colgado en mi mano era un peso más en un intento por contener las lágrimas.

La familia está rota, como yo. Como mi historia. Como mi reino.

Retirándome a mi cuarto mientras ellos ponían los últimos adornos, sentí sus miradas  a mi espalda que, lejos de pedir una explicación, me entendieron respetando mi silencio. Y aunque ellos tienen en quien apoyarse en los momentos más duros donde nadie es capaz de negar lo evidente, ninguno puede pasar por alto las ruinas de mi rostro, que gritan en llanto ahogado una frase:

''Este año somos menos''.

Una vez me dijeron que el tiempo lo curaba todo. 
Yo nunca me lo creí, pero intenté convencerme de que tenían razón. El problema es que ellos tampoco me creyeron cuando les dije que nadie salvo yo sabía lo que había sentido. Que nadie, salvo yo, sabía que no volvería a ser el mismo. Pues esto no tenía que ver con el tiempo, sino con una forma de ver la vida en la que no pude seguir creyendo.

Como cada viernes por la noche, llegadas las 21:00h salí a patinar. Hay rutinas que no cambian, supongo, y mi Limpieza del Alma es una de esas pocas cosas que siguen en pie, sobreviviendo a todo lo que ha caído. Caminé rumbo al lugar de siempre, allí donde mi Santuario tiene un portal, y frente a un viento solitario quedé allí sentado, en silencio, viendo pasar frente a mí los recuerdos más tristes de una vida feliz.

A veces imagino una silueta a lo lejos. 
Una sombra difusa que se acerca sin avisar y que, de algún modo, me hace compañía una vez más. Aunque fuese por última vez. Como un recordatorio de esos días pasados en que lo tuve todo en aquel mismo lugar. Como esas escenas de película en las que el protagonista necesita que le tiendan una mano sin pedirlo. Aquellos escalones siguen reteniendo remanentes de magia. Pero sé que no son más que espejismos bienintencionados de los vientos del oeste en un intento desesperado de mantenerme a flote. Es de las pocas veces que maldigo a mi imaginación, a pesar de que sea lo que más valoro de mí mismo. Porque esto es la vida real, y si algo me llevo aprendido es que por más que lo desees, por más que lo intentes, por más que te rompas a costa de intentarlo, ciertas cosas nunca llegan a ocurrir.

Como una herida perpetua que desangra la vitalidad de la imaginación, no puedo evitar darme cuenta de que la fantasía es menos real de lo que creí.

Llega un momento en que, por desgracia, empiezas a ser consciente de que tal vez nunca llegues a tener lo que siempre deseaste. Que tu camino será otro, lejos de lo que viviste en casa, lejos de lo que desde pequeño aspiraste a tener. Empiezas a ser más huraño. Donde antes ansiabas compañía, ahora prefieres soledad. Como un susurro eterno que no quieres terminar de creer, comienzas a ser consciente de que tal vez haya cosas que no estén destinadas a ser para ti. 

Allí junto al eco del mar, en vísperas de una nueva década, en cierto punto de la noche hice balance de lo vivido en estos últimos 10 años, tomé conciencia de lo innegable: He perdido todo cuanto conseguí. Todo, salvo 2 excepciones. Empecé la década en un punto intermedio. Toqué el cielo caminando sobre el arcoíris a mitad de ella, y la termino en el punto más bajo en que jamás me he sentido.

No es un buen balance por desgracia, pero sí un juicio sincero.
2019 será el año que pasado el tiempo describa como el año de las pérdidas. El año de las muertes. El año de las grietas. El año que me caí a pedazos.

Llevo meses preparándome para estas fechas. Sabía con mucha antelación que estas navidades serían duras. Y así están siendo. No hay adornos navideños que levanten mi ilusión esta vez. No hay frikadas colgadas del árbol este año. Todo eso se quedó guardado en una caja de desolación al ver una bola de navidad que esta vez no podría colgar.

Si pudiera pedir un deseo a la navidad, a esta época que durante 27 años he esperado con la misma ilusión que un niño, no sería poder olvidar: Sino dejar de recordar. O al menos, dejar de hacerlo sin consecuencias.

Me marcho de esta década siendo menos de lo que fui al iniciarla. Me marcho diciendo adiós a mi idea de lo que existe y lo que no. Me marcho lleno de miedos y complejos que nunca tuve, y me aferro a lo poco que me queda de ''magia'' para seguir creyendo a duras penas que algún día, por lejano que sea, volverá a ocurrir algo parecido.



Cuánto cambia la vida en un año… ¿verdad? Puedes sentirte en la cima por haber recuperado lo que tanto deseabas y, sin embargo, no ser consciente de que estabas destinado a volver a perderlo. Se me escapa una sonrisa si soy sincero. Porque por más que el camino nos lleve por donde no debía, por más que los más oscuros demonios que no logramos comprender nos derroten, lo habría seguido intentando. Una y otra vez.

De vuelta a casa las luces en las calles se encendieron. Navideñas formas de esperanza contagiando de alegría el último mes de la década. 



Y aunque las luces de diciembre vuelven a resplandecer al caer la noche, por más que intente sentir el espíritu navideño en las calles nocturnas, por más que observe el árbol a la entrada de casa intentando transmitir alegría, por más que me aferre a los buenos recuerdos de fechas pasadas e intente convencerme de que todo irá a mejor, la realidad es que este año, para mí:

 Todas las luces brillan un poco menos.

-Vii Broken Crown-
``Oscuridad es la ausencia de luz en tus sueños. La sombra es el camino que hay que recorrer. Penumbra es denudar de colores tu alma. Ceguera es no saber qué camino elegir...'' -Pensatorium, Mägo de Oz-

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